10 marzo 2011

Epifanías del espacio

Hablamos de espacios, los categorizamos según el carácter de las fuerzas que los recorren, según la particularidad del habitar que nos entrega su potencia inmanente. Cada espacio singulariza un modo de estar en concordancia con los actos del espíritu que lo conforman. No hablamos del espacio como una entidad geométrica sino del tener lugar, de las posibilidades de composición y descomposición de fuerzas numinosas, del habitar siempre intermedio, ni exterior ni interior, en el que se abren las esencias impenetrables –o las soledades– a la inmensidad de un encuentro. Hablamos del murmullo silencioso de la vida en su incesante venir al ser, de la eclosión de todo existir, del tener lugar, aquí y allí.

Pareciera que la gnosis de lo sensible, a lo largo de la historia, ha estado siempre sepultada por la banalidad de los tiempos. ¿Cómo aproximar a las conciencias esta faceta sagrada y olvidada de la experiencia inmediata? Kasimir Malévich lo intentó de algún modo en sus obras mediante la apófasis del objeto, alcanzar el grado cero de la forma, con la estética suprematista1. Destruyó todo proceso de significación por analogía, acercándonos así a lo inefable siguiendo la vía apofática. Negación del grito para que hable el silencio. En sus cuadros vemos superficies de color con formas básicas suspendidas en el abismo infinito del blanco que revelan el dinamismo puro del espacio. El fondo se nos presenta como el elemento epifánico de la imagen, nos permite captar la dinámica del infinito gracias a la suspensión de las formas finitas. Nos enseña sin querer –esto es lo interesante– la manera en la que la infinitud se manifiesta en y por la finitud –tanto la de las superficies cromáticas como la del propio límite material del lienzo– y la codependencia fundamental entre estos dos momentos del ser-en-situación, es decir, la verdad de todo acontecer. El Lissitzky y Theo van Doesburg, entre otros, llevaron el experimento suprematista de la superficie bidimensional al espacio habitable de sus obras arquitectónicas. Sin embargo, estas creaciones tan meticulosas daban la espalda a la vida ofreciendo una mística atenuada por su sesgo idealista, en tanto que era el infinito la idea rectora de estas aproximaciones obsesionadas con la pureza. Un infinito puro, inexpresable pero asible. La potencia del blanco, la neutralidad del Ser absoluto. También hay que recordar que dieron un paso decisivo en la experiencia estética al cuestionar la primacía de la representación de modelos concretos; ya que para alcanzar la expresión profunda, espiritual, lo figurativo estorba. Es un añadido que entorpece la recepción de esas fuerzas que no se sabe de qué manera milagrosa hacen posible la sensibilidad y, en especial, la sensibilidad mística –esa pesadilla de la razón analítica–. En palabras del maestro Manuel Viola: "todo acto del espíritu, cuando es auténtico es subversivo, porque hace cambiar la forma cotidiana de ver las cosas."

Los desarrollos posteriores del arte abstracto –o anicónico– señalan otro camino. Ya no se trata de la búsqueda de los efectos de la pureza formal, ni de la negación del objeto, sino de la creación de un espacio de revelaciones donde las emociones humanas se manifiesten en su intensidad más elevada. Lo que se viene a llamar pintura de campos de color (color-field painting), en contraste con la abstracción hard-edge de artistas como Ellsworth Kelly. Algo así como un azul en llamas contra la neutralidad del blanco recortado por bordes nítidos. Algunas obras de Mark Rothko, de Ad Reinhardt y de Barnett Newman son casos paradigmáticos de esta concepción del acto creativo. Veamos, pues, algunos ejemplos.




Mark Rothko, White center (yellow, pink and lavender on rose), 1950


En esta pintura de Rothko, se aprecia la liberación de la sensación en su inagotable complejidad. Para ello utiliza la vibración de un acorde de color dispuesto en bandas horizontales como elemento básico de expresión. Los bordes difusos mezclan y codeterminan las áreas de color que resuenan por proximidad, tonalidad, contraste y proporción –no obviemos que en pintura se trabaja físicamente, dentro del enigma de los qualia2, con frecuencias del espectro visible–. Vemos que aquí no hay pureza alguna. Los matices de cada zona y la dispersión de los bordes confieren a la obra una dimensión profundamente humana, imperfecta; pero de una riqueza interior abrumadora. La insistencia del pintor en la horizontalidad no es casual. Su búsqueda de lo sublime dio a las postres con el umbral absoluto del horizonte sobrenatural que late a lo largo de toda su obra.




Barnett Newman, Onement I, 1948


Esta obra, de la serie Onement3 pintada por Barnett Newman, ha sido interpretada muchas veces como la manifestación de la unidad, del Uno absoluto o de la substancia. Aunque estas interpretaciones monistas son atractivas, nosotros vamos a abordarlo desde otra perspectiva. La línea que atraviesa verticalmente el cuadro –también llamada zip– activa el campo de color, como se puede ver lleno de matices. En este caso la línea, centrada y única sobre la sutil complejidad del fondo, nos expresa con claridad meridiana la idea de individuación. Esto es: la singularidad más íntima que nos permite llegar a ser uno mismo; y en este cierre de la finitud, relacionarnos con lo absolutamente Otro –con el infinito múltiple del "mundo"–. Así que, lejos de caer en un reduccionismo monista, incluye la multiplicidad infinita del mundo en el Sí-mismo sin anularla de ningún modo, recibiéndola en lo singular de la esfera del individuo. Y en tanto que nosotros no somos el cuadro, nos invita a salir de sí para ser en otro. Nos propone un espacio de comunión en el éxtasis de la reconciliación.

Hasta aquí las epifanías del espacio.



1. El Suprematismo es un movimiento artístico que surgió en Rusia a comienzos del siglo XX. Fue rápidamente denostado en favor del realismo socialista. Un testimonio muy claro de la oposición feroz a la abstracción, por parte de la ideología soviética de aquella época, es la definición de "abstraccionismo" que recoge el Diccionario Soviético de Filosofía. La esencia y el contexto suprematista quedan plasmados en la siguiente frase de Kasimir Malévich: "en este momento el camino del hombre está situado a través del espacio, y el Suprematismo es una metáfora del color en su infinito abismo."
2. Los qualia son las cualidades de la experiencia sensible, en tanto que vividas por un sintiente. Por ejemplo, la rojez de lo rojo.
3. Onement significa el hecho de ser uno consigo mismo o estar reconciliado en lo de sí.

1 comentarios:

Belnu dijo...

Perdona mi lectura equivocada, porque he puesto la lupa en un lugar inesperado, al ver ese maravilloso Rothko, el pensamiento que iba a dejar aquí, suscitado por tus reflexiones, se ha evaporado y sólo he podido pensar en su suicidio y en que tal vez, como Marina ´Tsvietáieva con su escritura, Rothko pusiera toda su parte alegre y luminosa en la pintura, mientras que lo amargo pesaba sólo en su vida. Quién sabe. En mi descargo puedo decir que estaba traduciendo sobre Miró y en cierto momento él aludía a depresión en los últimos años y en el dolor, entre dos muertes queridas, de la noticia del suicidio de Rothko, el pintor del campo de color que más le había influido. En fin, perdona la intromisión. Siempre puedes no publicar este comentario