09 abril 2011

Gertrud, de Carl Theodor Dreyer (1964). Acto I


No creo que haya que decir que Dreyer es uno de los mejores directores de la historia del cine. Dentro de su filmografía, Gertrud ocupa un lugar preferente, considerada por muchos como obra maestra. Echémosle un vistazo.

PERSONAJES


1.- Gertrud (Nina Pens Rode), la protagonista
2.- Gustav Kaning (Bendt Rhode), el marido de Gertrud. Abogado sindicalista. Va a ser nombrado ministro
3.- Erlan Jhanson (Baard Owe), el amante actual de Gertrud. Joven “genio” musical. En la imagen le vemos acompañado de Gertrud en el parque.
4.- Gabriel Lidman (Ebbe Rode), el antiguo amante de Gertrud. Maduro “genio” literario (poeta)
5.- Axel Nygen (Axel Strobye), amigo de Gertrud. Estudiante de psicología y psiquiatría en París. La imagen lo sitúa junto a Gertrud en el Paraninfo de la Universidad.
6.- La suegra de Gertrud, madre de Gustav, claro (Anna Malberg).

El argumento de la historia podría servir muy bien para un folletín: una mujer casada que quiere dejar al marido, y da la casualidad de que sus dos amantes, el nuevo y el viejo, andan pululando por el escenario. O también para un vaudeville (vodevil en cristiano), si es que el autor hubiera querido dar algún tono de comedia ligera con puertas que se abren y cierran para producir malos entendidos y dobles sentidos jocosos. Pero no, ni soñarlo, nada más lejos de ambos géneros la impresión que deja esta película. Me imagino el tratamiento que le hubiera dado a un tema así algún director latino, por ejemplo italiano, y seguramente más de una buena agarrada de manos o un buen bofetón al estilo Hilda se hubieran visto y oído. Pero Dreyer en absoluto; mantiene muy bien las distancias. Los personajes son muy poco expresivos, se hablan pero no se miran el uno al otro a la vez (en las escenas no suele haber más de dos), ni mucho menos a los ojos. La mayoría de las veces ni siquiera se miran sino que sueltan su discurso como si de una tesis filosófica se tratara más que de sentimientos, mientras mantienen la mirada perdida no se sabe dónde o reconcentrada en sí mismos. Sobre todo la protagonista, que resulta bastante “mística” con su actitud de alejamiento. Ya dice su amigo Axel que tiene un “aura mágica”. Los personajes tampoco se tocan prácticamente, a no ser un muy leve roce de manos en alguna rara ocasión si están sentados cerca. Hay algunas escenas que podrían ser la excepción a esto, pero que en realidad no lo son porque su tratamiento también resulta frío y sombrío, a lo cual ayuda el blanco y negro de la cinta, la falta de color. En una de esas escenas, Gertrud coge en sus manos suavemente la cabeza de Gabriel, el antiguo amante, le mira a los ojos y le suelta: “¿Cómo puedes creer que es posible resucitar algo que está muerto hace tanto tiempo?” O sea que se acerca para decir que ya no le va a ser posible acercarse nunca más (paradojas de estos “fríos” nórdicos). También en las escenas amorosas con su nuevo amante Erlan, las miradas, los besos, la pasión, en definitiva, que manifiestan, resulta helada, domina el hieratismo; no hay emoción, sino que queda contenida, aunque en algún momento quiera expresarse a través de las palabras.

No obstante, mi percepción de esta película, la sensación que recibo de ella, es que va mucho más allá que las palabras, para expresar aquello que éstas no son capaces. A través de su atmósfera respiramos el espíritu de algo trascendente e intangible.

La acción se desarrolla morosa, lenta, lánguida, como la propia protagonista. Y esto también contribuye a la solemnidad y gravedad de la película.

En la escenografía ocurre otro tanto de lo mismo. Los ambientes son de una equilibrada elegancia (dos objetos equidistantes y uno en medio es la tónica general), equilibrio que no resulta nada cálido. A veces son habitaciones amplias y desangeladas, casi vacías de mobiliario, desérticas.
Todo ello provoca un distanciamiento emocional y sentimental que yo creo que es lo que busca voluntaria y fundamentalmente el director. Un distanciamiento no sólo de los personajes entre sí, pertenecientes a una civilizada burguesía intelectual, sino también con el espectador. Y lo consigue.

La película resulta muy teatral, no en vano está inspirada en una obra de teatro de principios del XIX escrita por Hjalmar Söderberg. Verla es como estar sentada en el patio de butacas. Me recuerda a los antiguos “Estudio 1” de televisión. Así que la iré resumiendo y analizando por actos y escenas. Esto no quiere decir que no la considere profundamente cinematográfica. Todo lo contrario. Hay elementos y detalles que sólo son de puro y buen cine (encuadres, sombras….etc).


ACTO PRIMERO: EN CASA DEL MATRIMONIO


ESCENA PRIMERA / GERTRUD Y GUSTAV KANIM (EL MARIDO)



El marido de Gertrud, Gustav llega a casa, supongo que después del trabajo porque lleva una cartera-portafolios. Suenan las campanillas del reloj, dando comienzo a la acción ( van sonando campanas cada vez que se cumple un ciclo, un acto. Al final de la película también suenan campanas de una Iglesia, creo que indicando que todo ha terminado. La muerte ha llegado).

La acción parece que se desarrolla en el siglo XIX, por la forma de vestir. El matrimonio vive en una casa acomodada, en la que hay servicio. La decoración es rica, pero como dije antes resulta fría. Es como uno de esos entornos sin vida de las revistas de decoración. La primera escena se desarrolla alrededor de una mesa vestida que hace de escritorio, pegada a la espalda de un sofá y donde Gustav ordena sus papeles.

Gustav llama a su mujer. Ella aparece con su mágica aureola rubia, lenta, como toda la película, parsimoniosa en gestos y pasos. No es una pipiola, pero tampoco una señora mayor. Va vestida con una falda larga plisada de color claro neutro ajustada a la cintura por una banda y una blusa de mangas de farol con un discreto estampado, que lleva una jareta delante y está cerrada a la caja con un pequeño volantito (esto para los que les guste este tipo de detalles de atrezzo). El pelo va recogido en un moño dejando un flequillito. Un estilo sobrio y recatado. Al llegar junto a su marido comenta que se irá en seguida, no sin antes preguntarle educadamente sobre sus actividades de la noche: él irá al Sindicato y ella, por su parte, dice que irá a la ópera a ver Fidelio, de Beethoven. De este corto diálogo se deduce que no salen mucho juntos, ni parece que estén muy unidos. Ella incluso da la impresión de rehuir su compañía. Representan un matrimonio convencional, que mantiene las formas, aunque cada cual hace un poco su propia vida. Ella hace intento de irse de nuevo después de tan breve intercambio, pero él le comunica que tiene que decirlo algo. Y ese algo es que le van a nombrar ministro, ante lo cual ella comenta: ¡Oh, ésa era la gran noticia!....Sin embargo tú no eres muy partidario del gobierno”. Él se excusa: “No. Pero una voz crítica no le hará ningún daño al gobierno; al contrario”. Y ella, creo que con un poco de ironía dice: “y tú serías esa voz crítica”.

Como ve que su noticia no ha causado el efecto “admirativo” deseado, Gustav cambia de tema y habla de las personas con las que se ha encontrado ese día. Son precisamente Erlan Jhanson y Gabriel Lidman, actual y antiguo amante, respectivamente, de Gertrud, que entran en escena a través de sus nombres. Gustav y ella mantienen este diálogo al respecto.

GUSTAV: Al venir me he encontrado con ese nuevo genio de la música, Erhar Jhason, ¿se llama así?
GERTRUD: Erlan Jhason. Supongo que te refieres a él
GUSTAV: Eso es, Erlan Jhanson. Es un genio, ¿no?
GERTRUD (evasiva): Eso dicen
GUSTAV: ¿Y qué piensas tú? Entiendes de música.

Gertrud no contesta e intenta irse otra vez

GUSTAV (la retiene con otra pregunta): ¿Sabes a quién he visto también?
GERTRUD: No
GUSTAV: A Gabriel Lidman. Perdona no quería herir tus sentimientos (sabe que él fue su amante)
GERTRUD: Ya lo sé
GUSTAV: Le he invitado a venir a casa
GERTRUD: ¿Ha aceptado?
GUSTAV: Sí, al menos eso ha dicho
GERTRUD: Hace mucho tiempo que se marchó
GUSTAV: mm, dos años, ¿no?
GERTRUD: Tres
GUSTAV: En el periódico viene una foto de Lidman
GERTRUD: ¿Sí? Déjame ver. No ha cambiado nada (mirando la foto)
GUSTAV: No, no ha cambiado
GERTRUD: ¿Le has dicho que eras tú el que iba a dar el discurso? (se refieren al homenaje que se hará a Lidman al día siguiente en la Universidad. Kanim dará el discurso)
GUSTAV: Ya lo sabía
GERTRUD: Me resultará agradable verle de nuevo
GUSTAV: Por cierto, ¿por qué rompiste con él?
GERTRUD: No quiero hablar de eso
GUSTAV: No,… no, ese capítulo de tu vida está olvidado. Me dijiste que todo había terminado y yo te creo. Tus relaciones con Lidman no son de mi incumbencia. Eras una mujer libre, podías hacer aquello que quisieras. Eras artista y él un escritor célebre; la situación era muy diferente.
GERTRUD: ¿Tú crees?
GUSTAV: Por supuesto que sí… ¿Por qué te ríes?
GERTRUD: Me hace reír el pensar en toda esa pobre gente que se permite amar aunque no sean nadie, ni artistas ni celebridades


De este diálogo se coligen algunas cosas:
  • Que ella no es una mujer vulgar, sino una mujer atractiva para hombres interesantes, artistas célebres o profesionales y políticos de pro como el marido. Y ella misma, además, es artista, cantante para más señas, entendida en música y culta en general, suponemos, aunque parece que ha dejado su actividad para casarse.
  • Que el marido es un hombre “liberal” y “progresista” para su época. No le reprocha su pasado.
  • Que ella quizá esté harta de ese ambiente de artistas y triunfadores que le han “congelado” el alma. Lo digo por el último comentario.

Gustav se va a recoger su cartera al recibidor y mientras ella se coloca el pelo delante del espejo. Él la observa, se dirige hacia ella, cierra la puerta de la sala a sus espaldas con claras intenciones lúbricas. Se produce este diálogo:

GUSTAV: Eres muy hermosa, gertrud
GERTRUD: Este espejo me lo regaló Gabriel Lidman. Dijo que me lo regalaba para que pudiera ver algo bonito por las mañanas… Es curioso.
GUSTAV: Sí, ya lo sé
GERTRUD: Luego tú me regalaste otro espejo muy parecido a éste. Y ahora su espejo está colgado aquí en tu casa.
GUSTAV: Déjame besarte, Gertrud.

Ella rechaza su beso en la boca colocando la mejilla y él, mohíno, se va hacia la ventana

GUSTAV: Ahora anochece muy pronto
GERTRUD: Será mejor que me vaya
GUSTAV: Yo busco tu boca y tú me enseñas la mejilla. Hace un mes que no entro en tu habitación y antes siempre era bienvenido. Muchas noches no puedo dormir, no puedo dejar de pensar en ti. Quizá estés enamorada de otro hombre, ¿quién podría ser?


Ay, el espejo… Estamos ante un puro símbolo. Para estos dos hombres, Gustav y Gabriel, el espejo la representa a ella, como encarnación de belleza y placeres físicos. Y ella presiente que eso es lo único que ella significa para ambos. Ante lo cual se rebela. El espejo tiene un estilo entre barroco y neoclásico, con el marco dorado. Ocupa una pared, sólo flanqueado por dos pequeñas palmatorias o apliques de pared para vela. El espejo está solo en su ubicación y sus materiales de construcción son fríos, reflejos ambos de la soledad que ella siente y de la frialdad a la que la ha condenado el entorno.


ESCENA SEGUNDA / GERTRUD, GUSTAV Y LA SUEGRA



En este segundo cuadro entra la suegra de Gertrud. Y lo hace con la excusa de que viene a cobrar una renta mensual, aunque en realidad el autor la introduce sólo para que sepamos que Gertrud es objeto de habladurías entre los conocidos. Se comenta su antigua relación ilícita con Gabriel, ya que no estaban casados. No tiene, por tanto, una excesiva muy buena reputación, aunque la suegra la llama: “la buena de Gertrud”, y reconoce que se ha portado muy amablemente con su hijo Gustav (“de momento”, añade. Supongo que como diciendo que la cabra en cualquier momento puedo tirar al monte), negando, por supuesto, la posibilidad de que esa relación anterior fueran más que dimes y diretes de los malpensantes. La suegra está al día de todas las novedades. Ya ha llegado a sus oídos que van a nombrar ministro a su hijo, aunque no le recomienda que acepte el nombramiento si no le pagan bien, ya que su marido obtuvo únicamente condecoraciones por su “sacrificio” político. Se ve que en la época el trabajo público no estaba tan bien pagado como ahora. Y además no serían tan corruptos. Ahora creo que a la mayoría de las madres les parecería un chollo que su hijo se dedicara a la política y se dejara untar disimuladamente, como es menester. El personaje de la suegra y su cháchara cotilla podrían perfectamente pertenecer a una película de los hermanos Marx. Pero la solemnidad y seriedad de la película no insta a la sonrisa, como sería en el caso de un filme de Groucho y sus hermanos, a pesar de que entre el hijo y la madre se intercambian unas cuantas de buen rollito. Como muestra de lo que digo, léase esta absurda conversación:

GUSTAV: Buenas tardes, mamá. Ven, vamos, siéntate. Vienes un poco tarde
LA SUEGRA: Estaba leyendo un libro y me he quedado dormida; cosas de la vejez.
GUSTAV: ¿Qué libro leías?
LA SUEGRA: Ya se me ha olvidado, no lo sé.
GUSTAV: ¿Quién lo ha escrito?
LA SUEGRA: No lo sé, pero estaba muy bien escrito.
GERTRUD (interviniendo): ¿De qué trataba?
LA SUEGRA: No sabría decirte. No entiendo los libros que escriben hoy día

Aunque lo parezca, la mujer no tiene un pelo de tonta; más bien se lo hace. Hay también otras frases significativas que se intercambian:

GUSTAV: Mamá, si algún día llego a ser ministro será por ti.
LA SUEGRA: Y Gertrud irá a los bailes de la corte, ¿verdad?
GUSTAV: Eso le da absolutamente igual.

Esto nos presenta a la protagonista como alguien cuya vanidad no le mueve hacia los placeres mundanos. No le importa figurar ni el prestigio social.

A continuación Gertrud, no sabemos si para librarse de la suegra o porque verdaderamente le urge hablar con el marido, visto que lo del nombramiento ministerial es un rumor serio, le pide a Gustav que largue a su madre: “Haz que tu madre se vaya. Tengo que hablar contigo. Es importante”
Ella se sienta en el sofá de cuero negro que hay delante de la mesa escritorio y él en un brazo del salón, comienzan este diálogo:


GUSTAV: ¿Qué querías decirme?
GERTRUD: Lo que tengo que decirte es algo muy importante, algo que no puede esperar. Sé que voy a hacerte mucho daño. Gustav, NO SERÉ LA MUJER DEL MINISTRO.
GUSTAV: ¿De qué estás hablando?
GERTRUD: Ya no quiero ser tu esposa
GUSTAV: Gertrud..., ¿qué quieres decir?
GERTRUD: Recuerda lo que dijiste al ponerme el anillo de boda. Dijiste que si un día uno de nosotros deseaba recuperar su libertad, el otro no debería impedírselo ¿Te acuerdas?
GUSTAV: Sí, sí, me acuerdo.
GERTRUD: Entonces aquellas palabras me hicieron daño, porque me parecía imposible que algún día pudiéramos vivir el uno sin el otro. Pero cuando comprendí para qué me querías, entonces lo vi todo claro.
GUSTAV: Ojalá pudiera hacer desaparecer este día de mi vida. Ahora quieres dejarme. Gertrud, no puedo entenderlo.
GERTRUD: ¡Oh Gustav! Ahora todo es muy diferente. Incluso nosotros hemos cambiado.
GUSTAV: Yo aún te quiero, Gertrud.
GERTRUD: Oh, amor Es una gran palabra. Tú amas tantas cosas: amas el poder, el honor, te amas a ti mismo, tu inteligencia, tus libros, tus puros habanos. Estoy segura de que también me has amado a mí alguna vez.
GUSTAV: No entiendo cómo puedes hablar de esa forma
GERTRUD: Ya……….Cuando estamos aquí solos por la noche, puedes pasar horas con la mirada perdida, sin decir ni una sola palabra.
GUSTAV: Tengo que pensar en muchas cosas
GERTRUD: ¿Cosas?
GUSTAV: Sí, mis asuntos, mi trabajo.
GERTRUD: Tu trabajo, sí, como siempre. Tú sólo piensas en tu trabajo.
GUSTAV: ¿Crees que me eres indiferente?
GERTRUD: Aún peor, mucho peor. Es falta de sensibilidad. Una mujer ama en primer lugar a su marido. Pero para él lo primero es el trabajo
GUSTAV: Es natural, ¿no te parece?
GERTRUD: La naturaleza del hombre le impulsa a trabajar, a crear. Pero el trabajo no le debe hacer olvidar a su mujer. A menudo me parece que no tengo marido. Es como si no existiera para ti.
GUSTAV: ¿Aún tienes algo más que reprocharme?
GERTRUD (que está embalada): Que me demuestras constantemente lo poco que significo para ti, lo poco que te importo o, al menos, no dices lo que soy para ti, no adivinas mis deseos. Nunca, nunca sabes si estoy contenta o triste, te da igual, te es absolutamente indiferente.
GUSTAV: Si no te he entendido mal me reprochas el interés que pongo en mi trabajo.
GERTRUD: Me gustaría vivir con un hombre que fuera sólo mío, con quién yo fuera lo primero. No quiero ser un objeto con el que jugar a veces
GUSTAV: Escucha, Gertrud. El amor solo no basta para llenar la vida de un hombre. Eso sería ridículo, absurdo.
GERTRUD: Sí, puede que sea ridículo. Pero eso demuestra lo poco que te importo. Cuando me vaya dejaré un vacío muy pequeño en esta casa.
GUSTAV: Gertrud, ¿qué es lo que me estás ocultando? ¿Hay otro hombre?
GERTRUD: Ponlo de excusa, si quieres
GUSTAV: ¿Estás enamorada de otro?
GERTRUD: Sí
GUSTAV: ¿Quieres marcharte hoy mismo?
GERTRUD: No
GUSTAV: Pero te irás hoy… Gertrud, me vas a volver loco.
GERTRUD: Oh, no, no existe ninguna mujer que pueda volverte loco, lo sabes muy bien.
GUSTAV: Dime ¿quién es?
GERTRUD: ¿Por qué iba a contestarte?
GUSTAV: Ese hombre, ¿quiere casarse contigo?
GERTRUD: Quiero solucionar esto a mi manera
GUSTAV: ¿Quién es él?
GERTRUD: No le has visto nunca, no pertenece a nuestro círculo, qué más da.
GUSTAV: ¿Dónde le has conocido?..... Gertrud, ¿has decidido marcharte?, ¿te vas para no volver?
GERTRUD: La verdad es que sólo quería que lo supieras. Ya hablaremos de esto más tranquilamente y con mas detalle. Mañana iremos a la función de gala.
GUSTAV: Explícame cómo ha ocurrido. Estas cosas son más fáciles si uno llega a comprenderlas.
GERTRUD: Ni siquiera yo misma soy capaz de entenderlo. Lo único que sé con total seguridad es que estoy muy enamorada.
GUSTAV: No te ha costado demasiado decirme todo eso. Es como si me hubieras despedido de un trabajo.
GERTRUD: Sí, lo sé, pero he sufrido mucho. No encontraba la forma de decírtelo
GUSTAV: Gertrud, todo esto me resulta inaceptable
GERTRUD: Lo has aceptado mucho mejor de lo que pensaba. Sí, ha sido más fácil de lo creía.
GUSTAV: ¿Adónde vas ahora?
GERTRUD: Ya te lo he dicho. Esta noche voy a la ópera. Adiós, gustav.

Y suena una campana, terminando un ciclo. IL PRIMO ACTO É FINITO. Pasamos al segundo. Pero antes, un comentario de lo que acabamos de leer:

En este acto se nos muestra que Gertrud está insatisfecha, porque siente que su marido no la atiende, no se preocupa de sus sentimientos ni de sus deseos, la ningunea frente a otras cosas que considera de mayor enjundia e importancia, el trabajo fundamentalmente. Para ella eso significa no sólo que no la ama, sino que su interés por ella llega a un nivel de indiferencia absoluta. Pero aquí yo creo que se va más lejos, y se plantea la tesis general de la incompatibilidad entre los intereses y la sensibilidad de la mujer frente a los del hombre, no sólo personificados en Gertrud y Gustav en particular. El interés de la mujer estriba en el AMOR. El hombre tiene, por el contrario, otros muchos intereses, entre los cuales el amor de la mujer, según lo ve Gertrud, no es el más importante ni mucho menos, equiparable incluso en su baja distinción al que pueda tener por sus “puros habanos”. La mujer se perfila como un mero objeto de placer para el hombre, un objeto que siempre tiene que estar dispuesto y complaciente, y no una compañera por la que haya que preocuparse, a la que haya que atender y cuidar al mismo nivel que ellas están dispuestas a hacer con el hombre. Gustav no puede comprender que Gertrud de verdad le deja porque busca el amor absoluto, el amor exclusivo, la devoción y entrega en cuerpo y alma sin reticencias ni ambages, sin dudas ni cortapisas, sin otras preeminencias que el propio amor. Gustav entiende todo eso ridículo en el hombre. Prefiere creer que hay un tercero en discordia. Le es más fácil de aceptar y entender. Es la lógica y la sensibilidad masculina. Gertrud no está dispuesta a aceptar ese rol secundario, esa preterición en los sentimientos y en la cabeza de un hombre y se rebela de sus ataduras, no quiere claudicar, como otras lo han hecho sumisamente. Me recuerda un poco a los personajes femeninos de Ibsen: Nora, por ejemplo, de Casa de Muñecas, a la que ya no le sirve ser un mero accesorio decorativo para lucimiento ante las visitas e igualmente abandona su plácida vida de casada, ante la incomprensión del marido. En Gertrud es igualmente un acto de rebeldía y de reivindicación de la sensibilidad femenina frente a las preferencias de la sensibilidad masculina reinante. Aunque una persona que conozco diría: eso le pasa por ser una ricachona ociosa. Si tuviera que trabajar de sol a sol no tendría tantos remilgos. En fin, hay opiniones para todo.

En cada acto que se termina de la película se puede leer una frase, expuesta en un aparte fotográmico (¿se puede decir así para referirse a fotograma?) como esos letreros de las películas mudas. Al final de este primer acto se lee lo siguiente:

“SOÑABAS CON UNA MANO AMADA QUE TE LIBERASE DE TUS ATADURAS. UNA OLA DESCONOCIDA PENETRARÍA EN TU PLÁCIDA Y FRÍA CASA. AHORA CAMINAS ANSIOSA AL ENCUENTRO DE TU SUEÑO DORADO.”

Efectivamente, ella va en busca de Erlan Jhason, su nuevo amante, su sueño dorado. Ya veremos qué pasa. En la próxima entrega el segundo acto.

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