21 enero 2011

Intriga N.º 2

Las apariencias no engañan, me confirman frente a ti. Soy el bibelot de lujo que simboliza tu desmayo. Los tacones de aguja transforman mis pies en un fetiche dorado, absorbiéndolos hasta la perfecta simbiosis. A través de ellos planeo tu derrota, mientras tú sueñas con la mía. ¿No es este juego la vida?

Todo secreto está fuera; la profundidad despliega su artificio, como el de este puro movimiento que imprimo al andar, lento y sinuoso, entre hombres al acecho. Me contemplas. Soy la fatalidad desnuda sobre siete velos de seda. Champagne, deslizante textura, el rouge de mis labios confiere a mi desnudez un céfiro insinuante y procaz. Tu mirada ahora, agua turbia y cenagosa para beberla desesperada. No confesaré, no obstante, no quiero ponértelo fácil. Sabes que estoy aquí para destruirte.

“No te enamores” -dijiste- recortado el perfil, lejano y duro el gesto, bajo una pálida luz, fría como un carámbano de luna. Y yo te odié en silencio con la misma falta de emoción. Un beso de hiel selló el pacto. Hélices negras sobrevolaron nuestro escenario mientras violentabas mi cuerpo con la saña de una pasión cínica y desmedida. “Eres extraordinariamente hermosa”, fue el rumor ronco y trémulo que mascullaste mientras me vestía, como el eco de un pensamiento furtivo, conmovido e involuntario. “Estaré ausente unos días, no sé cuántos. Quizá te llame cuando vuelva”, mi pequeña venganza.

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